La mayoría de las mujeres en estas condiciones aceptan ofertas
de trabajo doméstico, de coperas o meseras en whiskerías o niñeras.
Luego son trasladadas en autos o en micros hasta el lugar de destino.
Generalmente lo hacen solas, sin compañía de sus captores, modalidad que
implementaron los delincuentes para dificultar la tarea de interceptar
víctimas en su traslado: al ser interrogadas, las mismas confiarán a
quienes ejercen el control que viajan a determinado trabajo, desconociendo aún
el engaño que descubrirán al llegar.
Cuando la víctima llega a destino, entonces, es cuando
conoce el verdadero "trabajo" para el que fue trasladada. "¿Por
qué se queda?", aparece como una de las preguntas más frecuentes en
este tipo de situaciones. Las redes trabajan con formas de sometimiento
donde se observa una preponderancia de la afectación a la autonomía
económica, mediante la retención de salarios y el sistema de
"multas": al llegar, las víctimas ya están en deuda con los
explotadores que les exigen el pago del traslado aduciendo que ellos
"las compraron" a los captores. A eso se suman los descuentos
en alojamiento, comida, limpieza, vestimenta, y hasta preservativos si
quieren "cuidarse" de enfermedades de transmisión sexual y embarazos
durante las relaciones que están obligadas a mantener. Las multas dinerarias
alcanzan a las "faltas" como llegar tarde, no tener limpia
la habitación, "peleas entre las chicas", quejas del
"cliente", entre otras.
En muchos casos las víctimas tienen la posibilidad de
salir del lugar por breves períodos de tiempo pero para los explotadores
eso no pone en riesgo un posible escape: existen amenazas de represalias con
los hijos, los padres o familiares de las víctimas verosímiles porque saben
a ciencia cierta que los captores conocen dónde viven sus seres queridos, ya
que fue allí, en sus ciudades de origen, donde las conocieron.
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