Algunas encuestas realizadas
revelan que la gran mayoría de los niños que trabajan se dedica a la
agricultura, la pesca y la caza; las manufacturas, el comercio mayorista y
minorista o bien trabaja en restaurantes u hoteles. A estas actividades le siguen
en importancia los servicios comunitarios, sociales y personales, incluido el
trabajo doméstico, el transporte, el almacenamiento y las comunicaciones. Un
pequeño porcentaje de niños trabaja en la construcción y la explotación de
minas y canteras.
La economía informal es un sector
de actividad económica que está surgiendo en los países en desarrollo y en
transición y también en algunos países desarrollados. Esta, registra con creces
el número más elevado de niños trabajadores, afecta a todos los sectores
económicos y puede estar estrechamente vinculada a la producción del sector
estructurado.
En el trabajo informal se
destacan las condiciones poco seguras, mano de obra barata (a veces gratuita)
que incluye a los niños, y productividad y beneficios respecto de las
inversiones relativamente bajos. La preponderancia del trabajo infantil en la
economía informal, que queda fuera del alcance de la mayoría de las
instituciones oficiales, en países con todo tipo de niveles de ingresos, es uno
de los principales problemas que entorpece su abolición efectiva.
Es posible que las personas que
trabajen en el ámbito informal no posean tierras o derecho de propiedad, no
estén inscritas como ciudadanos y no tengan acceso a la protección social
oficial, a los recursos jurídicos o, entre otros, a los servicios financieros.
Los hogares donde el cabeza de familia es una mujer o un niño son menos
estables. Aunque en el sector informal existen redes de seguridad, a menudo
distan mucho de ser adecuadas y son menos fiables en las zonas urbanas que en
las rurales. En esas condiciones, el riesgo de que se obligue a los niños a
realizar tareas generadoras de ingresos es evidente.
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